Pedagogía: Una mirada al acoso escolar desde el punto de vista del educador

Pedagogía: Una mirada al acoso escolar desde el punto de vista del educador

Pedagogía: Una mirada al acoso escolar desde el punto de vista del educador
Autor: Segismundo Pecharromán

Bonum ex integra causa malum ex quocumque defectu

El bien, o lo bueno, es lo más deseado por el ser humano. Se diría que es la razón de su existencia. Debido a la especificidad de sus cualidades descriptivas, entre otras: Necesariamente deseable, configurador de cualquier expectativa; dulce objeto de remembranzas y necesidad imperiosa de poseerlo en el “carpe diem” cotidiano. Inasequible a la definición, categorización, o mentalización exhaustiva. Lo más sublime e inenarrable y, como tal, inabarcable. Curiosamente, lo bueno, se nos representa como lo más cercano, necesario, apetecible; vivido con fruición; modificador y conservador del buen estado de ánimo; fácil y necesario de comunicar y compartir con los demás.

Los filósofos medievales acuñaron una sentencia contundente pretendiendo definir esta raíz y meta del existir humano en estas palabras: “Bonum ex integra causa; malum ex quocumque defectu”: Bueno por su integra causa y malo por cualquier defecto.

Esta exigencia de integridad, y minucioso cualquier defecto, pretende dar un cauce objetivo para facilitar la convivencia social.  En cambio se hace muy complicado la interpretación y aplicación del mensaje en la diversidad infinita de individuos con sus deficiencias y excelencias. De ahí que también los medievales nos apercibieran de peligro del deterioro de “lo bueno” sentenciando:  “Corruptio boni pésima”: La corrupción de lo bueno es la peor.

La educación es el esfuerzo constante por el logro de la felicidad, uno de los rostros o nombres de lo bueno, en el proceso de convertirse en persona. Siempre hubo pedagogos: guiando al niño; didactas facilitando la comprensión de la cultura y sabios de vivencias ejemplares, referentes para la historia y paradigmas para  su imitación para el futuro.

W. Jaeger, en su obra “Paideia”, nos asegura que “La educación no es posible sin que se ofrezca al espíritu una imagen del hombre tal como debe ser”. El objetivo final del proceso educativo es una evidencia que, como tal no se razona ni se discute: la felicidad. El acto de educar ya es en si mismo problemático. El educador ante sus educandos emite ininterrumpidamente mensajes no verbales: miradas sugeridoras de esfuerzo; silencios elocuentes en un rostro que felicita, se complace o advierte.

Pero el gran vehículo del discurso educativo es el discurso verbal en palabras ya sensibilizadas para el logro de lo bueno; los enunciados clarividentes. Las interrogaciones que dinamizan la expectativa de nuevos mensajes objetivables.

Hay otras palabras sugeridoras que van más allá de su significado y sentido. Palabras asomadas al corazón; palabras emergidas del silencio; silencios adheridos a palabras… En una palabra la realidad presente de los afectos y sentimientos que no se piensan se sienten. Es el cómo de qué decir. La modalidad tan elocuente y silenciosa.

El vivir educamos y educamos para la vida y en la vida, sea familiar, social o escolar. Esta calificación de circunstancia educativa del aula. Este contexto específico donde adquieren los conocimientos y las capacidades  es muy importante y se hace presente casi como una adherencia epidérmica, de tal forma que muchas de las anamnesis de la adquisición de conocimientos se recuerdan con la circunstancia, y situación específica incluida.

Sentirse grupo. El sujeto es un elemento valorativo de su autoestima personal. En el grupo, los alumnos notan aumentada la resonancia y alcance de los mensajes entre pupitres. La colectividad se convierte en un silente abrigo, ayuda continuada que a cada niño, le da la seguridad de no estar solo; la virtualidad del grupo hace que lo expuesto por el profesor resulte prácticamente distinto a lo que se dice a solas a un alumno, especialmente en advertencias sobre conducta.

El grupo. Al escuchar los mensajes, el niño escucha en y desde un grupo, sumando y aumentando muchas facetas de su operatividad. En una palabra, el niño asume su condición identitaria de ser uno del grupo donde vive, expresa y se siente necesario.

Malum ex quocumque defectu…? Lo malo en educación es pésimo para el proceso de convertirse en persona. Sólo voy a apuntar aquí unas sugerencias referidas al acoso escolar, que aparece de vez en cuando creando en el mundo de la educación escalofríos de tristeza. En mis 37 años de maestro he conocido suficientes alumnos enredados en este rechazo por algunos alumnos y que puede generalizarse más de lo esperable.

El alumno rechazado se entera el primero de su rechazo, porque todos tenemos suficientes sensores de proximidad y alejamiento de los demás. En sus primeros momentos resiste y aguanta con todas sus fuerzas a no ser desgajado del grupo. Busca nuevas amistades como el sediento el agua. Experimenta frustraciones terribles al quedarse “plantado” cuando busca el apoyo de sus viejas amistades. Hasta aquí nada se moviliza en la escuela ni en la familia porque se considera como algo normal…

En la fase burlas, cuando algunos alumnos, dejémoslo en injustos, hallan un buen filón para recrearse en el sufrimiento de este muchacho. Suele haber un promotor de la fiesta, pero no suele venir solo. Ese pequeño grupo ya es multitud y el sujeto doliente sucumbe ante las agresiones verbales, las amenazas grotescas y las burlas de todos.

Este alumno doliente lo único que desea es poder huir del bochorno en que se encuentra y vivir solitario o escondido. Para entonces, ya han aparecido las primeras lágrimas, quizá de rabia.

En la fase de acoso, ya se ha producido alguna lesión o amenaza con forcejeo y notificación al tutor. Este se pone en contacto con la familia cuya reacción va a depender de la ofensa objetiva pero más de los ofensores que pueden multiplicar la tensión. Lo demás hasta la solución del problema es fácilmente imaginable. Pero, como educadores es necesario asomarnos un poco a ese corazón torturado en la tormenta emocional, identitaria y personal que está padeciendo este niño maltratado.

El horizonte del grupo en que se veía se le empequeñece, rasga y desaparece quedando socialmente en oscura soledad, apoyado en sí mismo y su dolor. Le han quitado la atmosfera donde respiraba sin ahogos. Ahora que ya no le asiste la rabia y empuje para responder, le visita la tristeza y el silencio. Se le han desatado las alarmas en todas las direcciones; los temores en todas las situaciones; …porque es niño… sin tiempo vivido, ni cultura relacional  asimilada, estrategias defensivas eficaces. etc.

Como tutor conservo recuerdos de estos niños que han llorado sus fracasos sin dimensionar su alcance.

Traté de encontrar las mejores, las sabias palabras para ellos en su tristeza. Necesitaba hablarles con máxima empatía para dialogar desde su herida, que intentaba hacerla mía, para ser capaz de hablar como deseaban ellos y sobretodo, escucharles mucho, pues lo que más les relajaba era el verse atentamente escuchados y comprendidos por su educador.

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