El Instituto Politécnico Cristo Rey (Valladolid) ha recibido el tercer premio del VII Premio de Buenas Prácticas Docentes de Innovación Educativa de Escuelas Católicas Castilla y León con su actividad ‘Proyecto integral: cuidado de la casa común’. Alumnos de Formación Profesional Básica fueron los protagonistas del proyecto desarrollado en el centro educativo vallisoletano. El trabajo de taller se relaciona con contenidos teóricos, aprendizaje por proyectos y el espíritu de la educación jesuita.
La encíclica del Papa Francisco Laudato Si inspiró el ‘Proyecto integral: cuidado de la casa común’ de Cristo Rey. Los profesores de 1º y 2º de distintas asignaturas y módulos de Formación Profesional Básica buscaron a través de metodologías innovadoras como learning by doing, gamificación, aprendizaje cooperativo y trabajo por proyectos aumentar la motivación, el interés, la conciencia de grupo de su alumnado y, sobre todo, una mayor sensibilización en el cuidado de la tierra.
Las asignaturas de Ciencias, Lengua, Electricidad, Fabricación Mecánica conformaron un engranaje donde los alumnos han elaborado informes, murales y talleres para desarrollar sus competencias personales (valores) y profesionales moviendo a su aplicación en la vida real; a mejorar el manejo de herramientas informáticas a alumnos acostumbrados al uso del móvil para plataformas sociales; desarrollar sus habilidades manuales creando maquetas que se muestran públicamente en la EXPO Colegial.
“El objetivo de este proyecto”, explica José Antonio Salas, profesor de Formación Profesional en Cristo Rey, “es intentar relacionar el trabajo de taller con los contenidos teóricos, con una iniciación al aprendizaje por proyectos y que además se enmarcara dentro del espíritu de la educación jesuita. Necesitábamos para estos alumnos más actividades variadas, nuevas tecnologías porque si trabajan con ellas están más motivados”, comenta.
José Antonio Salas, Margarita Balsa, Demetrio Martín, José Luis Ares, Noelia Oliva, José Antonio Calvo, Javier Calzón, Francisco Javier Puerta, Pablo Bravo y David Hernández han trabajado en este gran proyecto.
Lo más destacable e innovador del proyecto ‘Cuidado de la casa común’ es, según José Antonio Salas, “la implicación de los alumnos de diferentes grupos en el trabajo por proyectos, de modo colaborativo, utilizando variadas estrategias metodológicas (gamificación, abp, learning by doing,…), con un objetivo común que relacione los módulos teóricos con los prácticos, con unas creaciones concretas que se mostraron a familias, compañeros y visitantes y que supusieron un aprendizaje aplicable para la vida cotidiana de alumnos y profesores”. “Más que enseñar busca guiar hacia un tipo de aprendizaje”, añade.
“Que los alumnos se comprometan en su propio desarrollo, busquen soluciones a los retos planteados y lleguen a conclusiones prácticas para actuar de modo más responsable con el medio ambiente en particular y la sociedad en general”, analiza sobre la propuesta.
Lo más complicado fue el inicio ya que supone un cambio para los alumnos. “Al principio les cuesta, todo lo que supone un cambio que implique una mayor autonomía en el trabajo les crea más dificultades, poco a poco se va mejorando, pero todo lo que tiene que ver con el aprendizaje autónomo es un campo en el que debemos trabajar con más intensidad ya que los alumnos están poco habituados a ello. Sin embargo sí que se aprecia una mayor motivación cuando las actividades del proyecto están bien diseñadas y se ven capacitados para poder realizarlas.
¿Y qué se ha conseguido después de la experiencia? “Mejorar la competencia digital de los alumnos. Tienen mayor conciencia de la necesidad de respetar el medio ambiente y de la necesidad de mejorar la gestión grupal de las dificultades, que se crean al tener que llegar a acuerdos con otros para realizar un trabajo y que salgan del reducido mundo de su aula, y vean que es posible y deseable interactuar con otros compañeros porque eso les mejora como personas y profesionales.
Innovación educativa en Cristo Rey
Tal y como explica el José Antonio Salas, Cristo Rey, desde su fundación en 1940, es “un centro en renovación constante”. “Una de nuestras características ha sido desde entonces ir modificando y adaptando nuestro proyecto educativo y enseñanzas a cada tiempo. Incluso adelantándonos como sucedió con el bachillerato de los años 60, las prácticas en empresa en los 80, el experimental en los 90 y el vivero de competencias con Renault, embrión de la actual FP dual”, comenta.
Cristo Rey no se detiene y continúa en transformación constante: “El curso pasado se ha implantado por medio de un proyecto de autonomía la asignatura de Programación y Robótica en toda la ESO junto con optativas como Taller de Filosofía y Laboratorio de Ciencias. Y en formación profesional somos uno de los centros con mayor número de empresas colaboradoras en la nueva FP dual”, indica Salas.
Y como centro de la Compañía de Jesús Cristo Rey está inmerso en un proyecto de innovación, que se podría hablar incluso de transformación, inspirado en el documento básico ‘A dónde vamos y a qué’, referente para los centros de jesuitas. “Se reflexiona y propone el modo de adaptar nuestro estilo pedagógico a los cambios que la sociedad del siglo XXI nos exige. Así, la innovación educativa aparece como algo esencial y necesario para lograr que esta innovación cree alumnos realmente protagonistas de su proceso de aprendizaje en el marco de la tradición jesuítica”. La innovación educativa está poco a poco cambiado incluso las estructuras de los centros educativos y la mentalidad de los docentes. “Conlleva la necesidad de trabajar en equipo, de crear nuevas estructuras, de emplear metodologías diversas y de ser capaces de adaptarse a los cambios tan rápidos que se producen en nuestra sociedad desde una visión consciente y comprometida de la educación”, dice el docente de Cristo Rey.
Con esta nueva situación, los retos educativos del futuro pasan por otorgar a los alumnos capacidades para desarrollarse como ciudadanos, incluyendo aspectos como la educación emocional y la cooperación. “El reto actual es lograr que los alumnos salgan con una mayor autonomía, capacidad de adaptación y habilidades para el trabajo cooperativo que les permitan desarrollarse como ciudadanos comprometidos con su mundo y no sólo como profesionales cualificados, debiendo incluirse como elemento importante la competencia digital. Para ello es necesario desarrollar la educación emocional, incluir las TIC y valorar la cooperación en el aula”.
Por último uno de los creadores de este proyecto llevado a cabo en Cristo Rey opina sobre los aspectos que deberían cambiar en el sistema educativo para mejorar. “Trasformaría la evaluación dando un verdadero valor al proceso y no principalmente al resultado final”, comenta. “Para ello, reducirá los exámenes escritos y utilizaría métodos variados para medir las competencias que los alumnos van a necesitar en su vida laboral y social fuera de la escuela. También potenciaría lo relacionado con la educación emocional en el aula, aspecto que ha sido poco desarrollado hasta el momento”, concluye.
La escuela católica y la innovación educativa
Aportación diferencial. “La propuesta de Compañía de Jesús es clara al respecto. El P. General, Arturo Sosa SJ, titulaba el discurso a los delegados jesuitas de Educación en el Congreso de Río de Janeiro en el 2017: ‘La educación de la Compañía: una pedagogía al servicio de la formación de un ser humano reconciliado con sus semejantes, con la creación y con Dios’. El título ya deja claro la aportación diferencial de los centros católicos.
Pero, además, la innovación educativa para nosotros debe ser un medio por el que adaptemos nuestras tradiciones educativas al cambio antropológico y cultural que está aconteciendo y eduquemos distinto a los alumnos para un mundo diferente.
Que no sea innovar por moda, por innovar, por estar al día en el último paquete metodológico que se ofrezca en la red. Y en particular, creo que la aportación que los centros católicos podemos hacer, como dice en el mismo discurso el P. General, a la creación de una cultura o mentalidad de “ciudadanía global” entendiendo por tal la de personas que puedan pensar en términos de bien o conciencia de bien común para tomar decisiones, y no como mercado global o no solamente, creo que es un ámbito que nos ofrece una oportunidad para que nuestros alumnos puedan crecer y realizarse como personas”.
“Este trabajo debemos hacerlo en red. Unos con otros en un modelo educativo común con una larga tradición que desde siempre ha visto la innovación como una oportunidad y una necesidad y no como un problema. “Una comunidad que opina que su Colegio no necesita el cambio, provoca a plazo fijo la agonía del Colegio” (Arrupe, 1980). Nuestra identidad pedagógica ignaciana es nuestra fortaleza para la innovación”.
¿Y cómo están respondiendo nuestros centros y sus docentes a este cambio de paradigma en la educación? «Estamos en el camino de dar respuesta a este cambio de paradigma. Hay voluntad de afrontarlo y en este momento se están llevando a la práctica diversas innovaciones para detectar las dificultades, valorar los aciertos y poder establecer planes de mejora que logren dar respuesta a las necesidades reales de nuestros alumnos. Aún hay mucho por hacer pero es necesario dar el primer paso para poder recorrer todo el camino», analiza José Antonio Salas.