El VII Premio de Buenas Prácticas Docentes de Innovación Educativa premio al Colegio Sagrada Familia de Valladolid por su proyecto ‘Scientia et Pax’ con el segundo galardón de este concurso anual que tiene como objetivo incentivar la puesta en marcha de proyectos innovadores en las aulas, relacionados con la formación profesional, el fomento de la cultura emprendedora, las enseñanzas artísticas, la música, los idiomas, el desarrollo emocional y social, el trabajo en valores o los planes de convivencia.
El segundo premio de este certamen recayó en el Colegio Sagrada Familia de Valladolid, por su propuesta ‘Scientia et Pax’, que además se llevó 750 euros de premio. Esta actividad de gamificación en el aula ha unido las asignaturas de Latín y Física y Química en 4º de Educación Secundaria en un divertido juego de investigación y cooperación entre equipos en la ciudad de Roma del siglo XVI.
Laura García Sastre y Alberto Alonso-Ponga García son los dos profesores del Colegio Sagrada Familia de Valladolid creadores del proyecto ‘Scientia et Pax’. “Destaca porque es un trabajo interesante de cooperación entre dos áreas muy alejadas, Física y Química y Latín, que nunca se podrían estudiar a la vez en el sistema educativo actual”, explica Alberto Alonso-Ponga.
Alberto es profesor de Latín e Inglés en el centro y habla de los objetivos que buscaban: “Nuestro objetivo era devolver a los alumnos la capacidad de emocionarse y preguntarse por el mundo”. “Todo es útil, todo es conocimiento, el mundo es uno, todo es ser humano, con una parte emocional, espiritual, física… y hay que trabajar la integridad del ser humano con los alumnos, ayudarles a que aprendan”, añade.
Laura, profesora de Matemáticas y Física y Química, explica su desarrollo: “Era la primera vez que organizábamos algo basado en gamificación y los resultados han superado nuestras expectativas. Antes, teníamos alumnos tirados encima de la mesa, también por el tipo de alumnado que tenemos, con un alto porcentaje de fracaso escolar. Y teníamos miedo, pero cuando les propusimos el proyecto, tras el vídeo de motivación, recibimos un aplauso. Eso nos hizo respirar, pensar que íbamos por buen camino”. “Los alumnos se implicaron en todas las sesiones al máximo, e hicieron cosas que antes no hacían: de forma autónoma traducir, copiar ecuaciones, buscar en el libro, explicar a sus compañeros cómo funcionaba para llegar al reto siguiente. No les pusimos tiempo límite pero fueron corriendo para intentar acabar pronto, para ayudar a sus compaéros. Estaban entusiasmados”, comenta Laura.
“Los alumnos agradecieron y comprendieron que había un gran trabajo detrás. Nos agradecieron que nos hubiéramos preocupado por ellos. Esa fue la mejor recompensa”, recuerda la docente del Sagrada Familia.
Ambos entienden la innovación educativa como necesaria e imparable. “Una clase tiene que ser siempre innovadora. Te cambia la vida cuando alguien te enseña algo, y tienes que ir con esa voluntad al aula. Y al docente también le tiene que cambiar la vida”, comenta Alberto, que se enfrenta a los docentes que no arriesgan. “No puedo con el lamento permanentemente de que los niños no aprenden y no se motivan. El adulto es el profesor, la relación profesor-alumno es desigual y no podemos culpar al alumno de que no estamos dando bien la clase”, afirma. “Una clase tiene que ser siempre innovadora porque tiene que llevar al alumno a un sitio diferente, y al profesor también. Yo he aprendido mucho de mis alumnos. Si no lo hago es que estoy haciendo algo mal”.
Pero innovar es algo más que tecnología. “En la innovación es fundamental tener claro los objetivos. A veces la innovación te saca de tu zona de confort porque aprendemos imitando lo que hemos visto y cómo nos han enseñado. Por eso mi modelo de enseñanza es también modelo de aprendizaje. Los alumnos tienen que ver que el docente se está esforzando e intentando enseñar de distinta manera para que ellos quieran hacer lo mismo”, analiza el docente.
También valoran los rasgos diferentes que aportan los centros católicos a la innovación. “Podemos aportar mucho. El objetivo prioritario de nuestros centros debe ser la formación integral del alumno. Yo doy latín, inglés y soy tutor, pero lo más importante que hago es ser tutor. Lo realmente innovador es enfocar la formación en la educación como ser humano integral, y después ofrecer conocimientos para que los alumnos sean personas de provecho y puedan contribuir a un mundo mejor”, dice Alberto. “No solamente trabajamos la parte académica, también la parte ética, la personal, el estar presente en su aprendizaje y acompañar a cada alumno. Aportamos presencia”, explica Laura.
Por último, se plantean los retos de la educación del futuro: “Devolver la capacidad creativa a los alumnos. Antes había profesiones estables en el tiempo pero ahora no, no sé lo que los alumnos van a ser en el futuro. Eso nos debe hacer reflexionar y paradójicamente lo más importante es lo antiguo: buenos valores humanos, capacidad creativa, integridad de corazón, respeto a los demás, querer aprender y estar dispuesto a seguir mejorando”.